El buen pastor
Queridos hermanos y hermanas, en el sermón de hoy hablaremos de Jesús. Para ello, utilizaremos algunos pasajes en los que el propio Jesús nos da una imagen de sí mismo, de su propia naturaleza y de sus propias acciones. Y aunque Jesús es la persona más poderosa y sabia que el mundo ha conocido, veremos cómo él mismo se compara con una de las figuras más sencillas y menos poderosas que existen. De hecho, Jesús se retrata a sí mismo en uno de los oficios más comunes y humildes del pueblo de Israel: el de pastor de ovejas.
El pastor es una figura muy querida por el pueblo judío y la Biblia. Muchas figuras bíblicas importantes fueron pastores. Entre los más conocidos están Abraham, el patriarca del pueblo de Dios, Jacob, a quien Dios mismo dio el nombre de Israel, y el rey David, un hombre conforme al corazón de Dios. Este hecho debe hacernos reflexionar sobre la importancia del símil que Jesús nos propone en el capítulo 10 del Evangelio de Juan, del que leeremos unos versículos. Por favor, coloca una señal en este punto de la Biblia porque volveremos a él varias veces.
Antes de leer el texto bíblico, es necesario recordar que Jesús esta vez habla en similitud, es decir, compara diferentes tipos de personas con diferentes tipos de oficios y animales que el pueblo judío conocía muy bien. Además, también hay que saber que Jesús dirige estas frases a los judíos. Algunos no entendieron, otros se escandalizaron y querían apedrearlo, y otros creyeron en Él.
Pero este símil se dirige también a los hombres y mujeres de todos los tiempos. Tanto porque Jesús utiliza un lenguaje muy sencillo y universal, como porque habla de la existencia de ovejas que en aquel momento no pertenecían al rebaño, pero que pronto se unirían para formar un solo rebaño, es decir, los cristianos de ayer, de hoy y de mañana.
En este símil, Jesús habla de sí mismo, de lo que ha hecho y de lo que hará por su pueblo, y hace promesas solemnes que son importantes para cada uno de nosotros; promesas que sólo el Dios eterno puede cumplir.
Leamos ahora los primeros versículos del 1 al 5:
Juan 10:1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, mas sube por otra parte, el tal es ladrón y robador. 2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. 3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz: y á sus ovejas llama por nombre, y las saca. 4 Y como ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. 5 Mas al extraño no seguirán, antes huirán de él: porque no conocen la voz de los extraños
En este texto tenemos varias comparaciones que necesitan ser explicadas.
Tenemos el redil, que es el lugar donde se reúnen las ovejas. Las ovejas son los judíos de la época, mientras que el redil es su religión y tradición.
Luego tenemos la puerta del redil. Es decir, el principal punto de acceso al pueblo. Aunque sólo hay una puerta, hay forma de entrar en el redil también por otros lados, como hacen, por ejemplo, los ladrones y los bandidos. Y aquí la referencia es a todos aquellos que han intentado atraer al pueblo hacia sí sin tener ninguna autoridad (por ejemplo, falsos profetas, sacerdotes corruptos, naciones enemigas, etc.). También se hace referencia a estas personas como los forasteros.
Tenemos entonces al pastor de las ovejas, que es el único con autoridad para entrar en el redil por esta única puerta. En versículos posteriores, Jesús mismo explicará que este pastor es Él mismo. También hay un portero que abre sólo para el verdadero pastor. Este portero es Dios en la persona del Espíritu Santo. A este respecto, los Evangelios nos cuentan cómo Dios se complació expresamente en su Hijo y cómo el Espíritu de Dios descendió sobre Él desde el cielo. Esto confirma la autoridad de Jesús para ser el verdadero y único pastor del pueblo de Dios.
Una vez en el redil, el pastor habla a las ovejas y las llama por su nombre. Las ovejas que le pertenecen reconocen su voz y le siguen, y él las conduce fuera del redil. Observamos cómo el texto nos aclara indirectamente que no todas las ovejas del redil pertenecen al verdadero pastor. De hecho, es historia cuántos judíos no reconocieron la voz del verdadero pastor, no le siguieron y, por tanto, permanecieron dentro del redil, es decir, dentro de la tradición religiosa judía.
También observamos que el pastor va delante de ellos.
Por tanto, actúa como guía, como pionero. Las ovejas que le siguen son, pues, los seguidores, también llamados discípulos de Jesús.
En este punto, Juan subraya el hecho de que los judíos no entendieron este símil y que, por tanto, Jesús se vio obligado a dar alguna explicación más.
Leamos ahora del versículo 7 al 10: Volvióles, pues, Jesús á decir: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y robadores; mas no los oyeron las ovejas. 9 Yo soy la puerta: el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. 10 El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Jesús hace una declaración importante y clarificadora.
Jesús dice que Él es la única puerta de las ovejas. Una afirmación fuerte también porque se asocia con el hecho de que todos los que vinieron antes que Él eran ladrones y salteadores. No puedo entrar aquí en explicaciones, pero mi opinión es que Jesús está hablando de la clase dirigente judía de aquellos tiempos. Una clase gobernante alejada de una verdadera fe en Dios y ciertamente desprovista del Espíritu de Dios.
También observamos que cuando Jesús se compara a sí mismo con la única puerta del redil, añade un dato muy importante para toda persona:
el que entre por mí se salvará.
En esta sala hay una inscripción importante. Por ello, me gustaría leerla íntegramente y añadir también el versículo siguiente:
Juan 14:6-7 Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también á mi Padre conocierais: y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
Este es el sentido de la puerta.
Entonces como ahora, Jesús es la única puerta que nos permite llegar al Padre y conocerle; Jesús es el único camino de salvación.
Desconfiemos, pues, mucho de todos los que dicen que hay más de un camino hacia Dios, hacia el cielo, hacia el conocimiento supremo, hacia el paraíso, hacia la vida eterna. Son mentiras que nada tienen que ver con la palabra de Dios. Evidentemente, ignoran u omiten deliberadamente lo que Juan relata como palabras auténticas del Hijo de Dios.
En el texto que acabamos de leer también leemos que Jesús no sólo da la salvación a sus ovejas, sino que estas ovejas también pueden salir y entrar y encontrar pastos. Salir y entrar es una forma lingüística hebrea que significa «ser libre». Jesús libera a sus ovejas de la esclavitud del pecado y de la maldición de la ley.
Y no pensemos que esto concierne sólo a los judíos, porque la esclavitud del pecado concierne a toda persona que no ha acogido a Jesús en su corazón, que no ha hecho de Él su guía, su pastor. Liberarse de la esclavitud del pecado es la verdadera libertad, una libertad que, por desgracia, muchos no comprenden y, en cambio, buscan en el dinero, la política, la metafísica, las relaciones humanas, etc.
Lo mismo puede decirse de la ley mosaica, ya que esta ley siempre reaparece con nuevos disfraces. Podríamos definirla muy vagamente como religión, que es un conjunto de reglas humanas hechas para reducir nuestra responsabilidad ante Dios. La religión quiere hacernos creer que estamos bien con Dios, cuando en realidad no lo estamos. Pero no puedo insistir en ello.
El pasto se refiere ciertamente al alimento espiritual que toda persona necesita para satisfacer esa necesidad innata que Dios ha injertado en el corazón de todo ser humano. Todas las personas sienten un vacío interior, pero pocas saben cómo llenarlo de forma satisfactoria y duradera. La palabra de Dios es la única solución a esta carencia profunda, es el verdadero pastoreo que todos necesitamos.
Por último, en el texto que acabamos de leer, encontramos escrito que Jesús vino para que sus ovejas tengan vida y la tengan en abundancia.
En cuanto a la vida, debemos entender que se trata de la vida eterna con el Padre y no de la vida biológica. Si no fuera así, la frase en sí no tendría sentido puesto que las ovejas del redil ya estaban vivas y gozaban de buena salud. Con el término abundancia podemos pensar tanto en la dimensión eterna de la vida, como en el hecho de que la fe en Jesús nos proporciona una vida terrenal más plena y ciertamente libre de aburrimiento.
Demos ahora un paso más con el capítulo 10 y leamos del 11 al 16: Yo soy el buen pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas. 12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve al lobo que viene, y deja las ovejas, y huye, y el lobo las arrebata, y esparce las ovejas. 13 Así que, el asalariado, huye, porque es asalariado, y no tiene cuidado de las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen. 15 Como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. 16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también me conviene traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Jesús repite dos veces que Él es el buen pastor. Esto indica claramente que Él es el único pastor verdadero.
De hecho, el texto habla negativamente del pastor mercenario que abandona a las ovejas cuando viene el lobo. El lobo es una alusión evidente al diablo y, más en general, al mal. Jesús quiere dejar claro que nadie es capaz de proteger a las ovejas del mal y de las asechanzas del diablo, salvo el único y verdadero pastor. Jesús nos habla de las personas que no le han aceptado en su corazón y nos dice que, ante la debilidad de la carne y las tentaciones del diablo, no tienen ninguna posibilidad de resistir y se dejan embelesar por las cosas de este mundo. Sus pensamientos y deseos se dispersan en mil direcciones sin llegar a ninguna parte. Son como veletas al viento. Para ellos, lo que hoy es verdad, mañana ya no lo es, y viceversa. Jesús, en cambio, es la verdad inmutable.
También quisiera añadir en este punto una breve reflexión sobre la figura del mercenario que abandona el rebaño cuando viene el lobo.
La traducción italiana es peyorativa. En realidad, la palabra griega misthotos también puede traducirse como jornalero. Se trata básicamente de un empleado, alguien que trabaja a cambio de un salario. Jesús nos dice que las ovejas no le pertenecen y que a este trabajador en realidad no le importan las ovejas. Sólo lo hace para obtener un ingreso, una recompensa.
Sé que estoy diciendo algo un poco incómodo para algunos, pero me parece que el Señor está diciendo simplemente que ninguna oveja debe poner nunca toda su confianza en un hombre, aunque ese hombre se llame pastor. Sea quien sea ese pastor, sea cual sea su compromiso y sus buenas intenciones, nunca será el buen pastor. Si lo hace sólo para obtener una recompensa (la misma de qué tipo) tanto peor.
Y aquí llegamos al punto central de todo lo que Jesús nos enseña en este pasaje sobre Su persona y Su obra.
El buen pastor da su vida por las ovejas.
El Señor Jesús realmente dio Su preciosa vida por la salvación de Sus ovejas. Enfrentado al sacrificio final en la cruz, Jesús no dudó mucho en hacer la voluntad del Padre. Cuando Jesús oró al Padre en el huerto de Getsemaní, sabía que la salvación de miles de millones de personas dependía de lo que sucedería unas horas más tarde. Así que aceptó el amargo cáliz de la ira de Dios.
Y precisamente por su sacrificio, las ovejas ya no tienen nada que temer del diablo, del mal, de las dificultades de la vida. Jesús es la roca a la que agarrarse cuando sopla la tempestad, el ancla a la que amarrarse cuando el mar está embravecido, es la única persona que siempre está dispuesta a escuchar, a animar, a ayudar. Su teléfono nunca está en modo avión.
Pero, sobre todo, es el único que ha vencido a la muerte y ha dado esta victoria a todos los que creen en Él. ¡Somos victoriosos en Cristo!
Jesús repite varias veces que conoce a sus ovejas por su nombre.
Esto debería animarnos y darnos confianza para afrontar las dificultades que cada uno de nosotros encuentra en esta vida terrena. Cada uno tiene las suyas, cada uno debe afrontarlas, pero también cada uno está llamado a hacerlo con plena confianza en Aquel que nos conoce mejor que nosotros mismos. En Aquel que, incluso antes de que le pidamos nada, ya sabe lo que necesitamos. Cuando Jesús dice que nos conoce por nuestro nombre, quiere decir mucho más que el hecho de que recuerda nuestro nombre. Quiere decir que lo sabe todo sobre nosotros. Sabe de dónde venimos y a dónde vamos, sabe qué es lo que realmente late en nuestros corazones, y también sabe qué hacer para corregir nuestros errores y darnos una nueva esperanza.
Llegamos ahora a una profecía que, al menos en parte, ya se ha cumplido. Jesús dice que también hay otras ovejas que no pertenecen al redil de Israel, pero que Él irá a reunirlas y que ellas escucharán su voz y le seguirán.
Creo que el significado es muy claro y también creo que esta profecía concierne a todas las personas que están sentadas hoy aquí.
La invitación del Buen Pastor se dirige a todas las personas de este mundo. Pero sus promesas, su protección, sus bendiciones sólo se concretan para aquellos que reconocen su voz, sólo para aquellos que lo aceptan como su pastor, como el único guía verdadero en sus vidas.
Jesús también profetiza que habrá un solo rebaño y un solo pastor.
Jesús está anunciando el nacimiento de su Iglesia. Un lugar accesible a todas las ovejas que siguen a Jesús. Judíos,
Samaritanos, Chipriotas, Griegos, Romanos, Peruanos, Rumanos, Colombianos, Laivesots, Bolzano. etc.
Todos los pueblos de la tierra formarán parte de la Jerusalén celestial que un día descenderá del cielo para reinar con Dios.
También leemos que sólo habrá un Pastor.
Si pensamos en todo lo que Jesús dice de sí mismo, comprenderemos claramente que nadie más podrá igualar su poder y cumplir sus promesas. Pero me gustaría llamar tu atención sobre lo que Jesús dice unos versículos más adelante y que enfureció tanto a los judíos que querían apedrearlo.
Leamos los versículos 27 a 30: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; 28 Y yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dió, mayor que todos es y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 Yo y el Padre una cosa somos.
Jesús afirma su deidad de una manera tan clara que los judíos querrían apedrearlo en el acto. Ahora bien, como sabes, hay sectas que niegan la deidad de Jesús y denominaciones cristianas que la relativizan. No voy a entrar en detalles, pero si este texto no es claro para ellos, ¿cómo van a tener claro lo que dice la Biblia?
Pero lo que más me interesa compartir contigo de estos versículos es la solemne promesa que Jesús hace a todos los que reconocen Su voz y le siguen. Después de afirmar que Jesús da vida eterna a Sus ovejas, también dice que nadie podrá jamás arrebatarlas (arrebatarlos) de Sus manos. Sus manos son tan poderosas como poderoso es Dios mismo. Y como nadie es más grande que Dios, no hay ser en carne o espíritu que pueda jamás quitarle la vida eterna a una oveja que pertenece a Jesús. ¡Qué gran promesa!
El Dios eterno se compromete unilateralmente en una alianza eterna e indeleble. Aquel que libremente decida escuchar la voz de Jesús, aceptarlo en su corazón, seguirlo en sus caminos, Dios nunca lo abandonará y un día se encontrará con Jesús en el cielo.
Y cuando Jesús dice nadie, se refiere a todos, es decir, incluso a la misma persona que dijo sí a Jesús.
La conversión es irreversible porque es un pacto eterno garantizado por el Altísimo mismo. Si damos este paso de fe en Jesús, si entregamos nuestras vidas para ponerlas en las manos de Jesús, las ponemos en las manos más seguras y fieles del universo y no quedaremos defraudados. Esta es la solemne promesa de Dios. Aleluya.
Quisiera concluir dando la palabra directamente a Dios.
Leamos juntos el Salmo 23
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